miércoles, 30 de diciembre de 2009

Últimos días del año: súper vacaciones

Estos días tan señalados son propicios para hacer balance del año, pero a mí no me apetece pensar en los 364 días pasados, ni en los casi 12 meses cortados del calendario. Así que voy hacer balance de mis súper vacaciones, similares a las de los niños por la de días ociosos y los deberes que tengo que hacer. En cuanto a los deberes creo que, cuando vuelva al cole, las profes me van a dar un par de collejas, como a los niños malos y poco trabajadores (o quizá no, no vaya a denunciarlas por malos tratos al alumnado, y según están las cosas...).

Para el balance, voy a dividir mis súper vacaciones por semanas, ¡sí, por semanas! Es una de las ventajas que tiene ser trabajadora por cuenta propia, pero claro, también hay que tener en cuenta que hasta estas fechas, la suma de los días libres de las tres de Airevisual no sumaban ni veinte. Desventaja de ser trabajadoras por cuenta propia.


- Semana 1:
comencé mis vacaciones con una comida navideña en buena compañía, un día de matanza (de cerdo, ¡claro!), una despedida y un constipado que sigo arrastrando.
La comida fue navideña por las fechas, ya que más bien fue de reencuentro o de pre-cumpleaños. Con ella y con un rico brownie compartido empezaron mis días libres.
Con mi constipado dando guerra, me dispuse a ayudar en la matanza. ¡Sí, se sigue haciendo! Y qué ricas saben estas viandas el resto del año, sobre todo el chorizo casero secado con el humo de una buena lumbre. Así que, para poder degustarlo, preparé el orégano para el adobo, pelé y machaqué ajos, separé la carne de la grasa e hice las cuentas que se me mandaron para hallar las proporciones de los condimentos para la conservación de la carne (aunque no las aprendí). Tareas supervisadas a peticón propia, no fuera mi inexperiencia a estropear tan ricos manjares.
Llegó el sábado y el viaje al aeropuerto para despedir a mi churri y mi tío antes de embarcar hacia Nepal. Tras no poder agitar el pañuelo blanco a ningún avión de Qatar Airways por un retraso en el despegue, llegó el momento de mi gran hazaña: salir del aeropuerto, recoger a mi hermana en su casa y volver al pueblo; todo ello conmigo al volante (persona a la que el coche le da un poco de respeto, y más aún las autopistas).
Para acabar la semana, cenita tranquila de hermanas, unas copichuelas sin alcochol y una buena charlotada.


- Semana 2: la segunda semana de vacaciones pasó entre la desesperación de las primeras compras navideñas, el cumpleaños de mi prima pequeña, un viaje inesperado a Renedo de Esgueva (Valladolid), las primeras cenas/comidas navideñas/familiares y medio fin de semana de amigas.
Ya se sabe como es ir de compras en Navidad, a lo que si se le suma la desgana y el poco gusto por ir de tiendas, tenemos una ecuación cuasi catastrófica. De todas formas, no fue del todo mal, aunque eso sí, tuve que volver otro día (ya en la Semana 3).
Al día siguiente, mi hermana (de vacaciones también) y yo, no quisimos perdernos la actuación navideña de mi prima, ni tampoco su fiesta de cumpleaños. Tras llegar tarde al festival del colegio, llegamos justo para ver el aburrido baile de su clase, un villancico titulado Navidad Rock. Con ganas de preparar sandwich, platos de gusanitos y gominolas, ayudamos a mis tíos a preparar la mesa de cumpleaños. La fiesta, ¡un éxito! A lo que ayudó una piñata poco convencional, casi irromplible, y un escenario, hecho con una sábana, para que los niños invitados se divirtieran haciendo teatrillos de sombras. Juegos que sólo se le podrían ocurrir a tu tía titiritera. De hecho, el viaje inesperado al pueblo vallisoletano se debió a una de sus actuaciones. Tras otra hazaña frente al volante, pude disfrutar de Palabras de Caramelo (premio al Mejor Espectáculo, FETEN 2009) la última obra de su compañía, Maria Parrato. Función que me calentó el alma en un frío salón de actos de la llanura castellana.
En este punto, llegan y pasan las copiosas cenas y comidas típicas de estas fechas, para terminar la semana en mi nueva casa y en buena compañía, unas cuantas cervezas, una buena peli con manta en el sofá y un domingo de domingueras por La Granja, disfrutando de sus jardines invernales.


- Semana 3: hasta el momento puede llamarse la semana de los reencuentros.
Quedadas cafeteras con amigas que hacía tiempo que no veía es lo más destacable de estos tres días que llevamos de semana. Quizá el viernes decida llamarla la semana de la resaca... ¡Espero que no!
¡Ah! También he terminado las compras navideñas, que no es moco de pavo (animal muy navideño).

Así que, creo que el balance que hago de mis últimos días del año es positivo, o al menos aprovechados. Además, estar en casa tantos días es algo que no me pasa habitualmente (no me acuerdo cuándo fue la última vez), así que, sólo por éso, estas súper vacaciones ya han tenido mucho de positivo.


Foto 1: Brownie, Keko
Foto 2: Palabras de Caramelo (Títeres de Maria Parrato), Titeresnet
Foto 3: Detalle de la canalización de los jardines de La Granja de San Ildefonso (Segovia), M. San Felipe

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Sequía


Llevo una semana de vacaciones y, la verdad, se me han ocurrido mil temas sobre los que escribir, pero entre los problemas que he tenido con Internet, la pereza, la nula disposición a sentarme un rato frente al ordenador y que a una, de vez en cuando, le gusta desintoxicarse un poco del mundo digital, a este blog le ha llegado otra época de sequía.

El martes estuve actualizándome en la lectura de todos los blogs en los que escribo. ¡Me encantó! Gracias chicas (todas son bloggeras) porque me hicistéis pasar un muy buen rato. Aunque hoy me he dado cuenta de que tengo unas cuantas entradas más por leer. Creo que ya lo dejo para mañana, día en el que me he propuesto empezar con mis deberes del trabajo y que pasaré muchas horas frente al ordenador, y espero que conectada a Internet, ya que no me extrañaría que mi conexión fallara, ¡todos conocemos la Ley de Murphy!

Foto: INTELVID

lunes, 7 de diciembre de 2009

Semana de finales



El jueves vi el último capítulo de la quinta temporada de Perdidos. Ayer, domingo, vi la final dePekín Express. Tanto la serie como el programa son de las producciones televisivas que más me gustan.

Conocí Perdidos hace dos años gracias a Blanca. Empecé a ver la serie con ella y con Irene, en una especie de cine fórum que nos montábamos en nuestra pqueña oficina recién estrenada. Creo que nos juntábamos los miércoles por la tarde, y aprovisionadas de guarrerías varias para picotear, de vez en cuando se nos unía algún amigo. Pero pronto llegó el momento de la traición. La curiosidad nos pudo y cada una fue avanzando capítulos por su cuenta, lo que provocó la clausura de nuestras sesiones de tarde. En estos dos años he seguido viendo Perdidos entre atracones de capítulos y pausas eternas; casi siempre con alguien, sobre todo con mi prima, encantada de volver a ver los episodios. Gracias a ella conseguí gran parte de la serie y, por su amable insistencia, terminar de verla.


Pekín Express me enganchó en su primera temporada (el año pasado). No lo vi desde el principio, pero en cuanto lo descubrí, mis noches de domingo eran reservadas para recorrer Asia. Con envidia y admiración seguía el reality de la bandera roja. Tanto me gustó el programa que con ganas me quedé de presentarme al casting (¡sorpresas que una se da a sí misma!). Una llamada de mi tío hizo que empezara a ver la edición de este año. La carrera de ese día transcurriría en Nepal, por si quería verlo. No lo dudé, ya que me hacía gracia conocer algo del país en el que van a pasar tres semanas invernales mi chico y mi tío (el de la llamada). Así que, de nuevo, mis noches de domingo (hasta ayer) fueron reservadas para recorrer Asia haciendo auto stop desde mi sofá. El año pasado mis compañeras de viaje fueron mi hermana y mi prima (sí, la de antes), en esta edición lo ha sido mi novio.

Por fin, la semana pasada me planté delante del ordenador a ver el doble capítulo final de la quinta temporada de Perdidos. Sola. No es que estuviera sola en casa, pero mi chico no quiso acompañarme. Lo entiendo, pasarse hora y media viendo algo de lo que sabes que no te vas a enterar, pues como que no apetece. ¡No me enteraba ni yo! Así que, sin poder compartir comentarios, sensaciones y opiniones, sufrí sola frente a la pantalla del ordenador, con los cascos puestos, todo lo que les ocurría a los de la isla. Cuando terminó el capítulo, ya era demasiado tarde como para llamar a alguien e intercambiar impresiones. Algo que, por supuesto, hice al día siguiente. Por ello, a mi novio no le quedó otra que hacer que mostraba interés por lo que yo le contaba tras hora y media cegada por una pantalla de 15 pulgadas. Debió de apreciar mi gran necesidad.

Ayer, más de lo mismo, pero con la final de la segunda edición de Pekín Express. Esta vez, tuve que verlo sola por circunstancias que se dieron con eso del puente para unos y el no puente para otros (como yo). Así que no pude compartir con nadie en directo mi alegría por la victoria de una pareja de amigos cuarentones y de pueblo (Carmela y Antonio) frente a dos policías treinteañeros, cachitas, atractivos y de ciudad (Fran y Merino). Eso sí, mi prima (sí, la de antes), que estaba de celebración cumpleñera, no dejó de comunicarse conmigo por teléfono para presenciar, de alguna manera, tal momento. Mi chico tampoco se olvidó. Esta vez, momento compartido, aunque fuera desde la distancia.

Fotos: Perdidos, fotograma de la quinta temporada. PekínExpress, bandera del programa.